ARTICULO DE "TOURAINE"

MODERNIDAD Y SUJETOS SOCIALES EN ALAIN TOURAINE

Dra. Luz Lomelí MeillonITESO


En el umbral del siglo XXI, escenario de la transformación de los estados nación y de  los procesos globalizadores que configuran un nuevo orden mundial, resulta promisoria la propuesta de Alain Touraine para hacer una lectura sociológica de dichas  transformaciones. Su tesis  acerca de la “modernización mutilada” y, por ende, de la necesidad de un “retorno a la modernidad” y el  papel que, en ello, juegan los “Actores y Sujetos sociales” permiten reconocer que la profundidad y el rumbo que asumen los cambios no se deben sólo a la expansión del mercado mundial, a la internacionalización del capital y al desarrollo de la informática; por el contrario, el dinamismo de estas fuerzas impersonales responde a la actuación de los seres humanos y a las relaciones que entre ellos establecen. La pretensión del texto se limita a recabar algunas notas sobre la propuesta del sociólogo francés acerca del Sujeto social[1] y su relación con algunos de los ejes señalados por el autor: Crisis de la modernidad y retorno a la modernidad; Racionalidad y Subjetividad; y movimientos sociales portadores del Sujeto.   

   CRISIS DE LA MODERNIDAD
En la visión de Alain Touraine, la historia  de la modernidad es aquélla de la emergencia de actores sociales y culturales que bajo el impulso de la racionalidad instrumental  fraguaron la sociedad industrial y a los Estados nación. El siglo XIX fue de las clases sociales como el siglo XX de las naciones. El impulso de la modernidad cesa cuando la racionalidad instrumental se separa de los Actores sociales y culturales. Entonces el eros, el consumismo, la empresa y la nación se desvinculan y entran en coalición unos con otros. De esta forma, la modernidad entra en crisis y la sociedad deja de ser el espacio donde  las instituciones y los Actores sociales se corresponden por medio de la familia y de la escuela. Las condiciones de crecimiento económico, de libertad política y de bienestar individual no se dan de manera análoga e interdependiente. La economía se reduce a un conjunto de estrategias empresariales y éstas son ajenas a un tipo de sociedad y de cultura. Entonces el sistema y los Actores se encuentran totalmente disgregados.
La modernidad asocia el progreso con la cultura y opone  las sociedades tradicionales a las sociedades modernas. La posmodernidad[2] viene a separar lo que antes estaba unido: define la cultura sin referencia al progreso de la racionalidad, la sociedad ya no está unida a ningún personaje ni categoría social y se acentúan las culturas locales. De igual forma, se disocian las conductas de producción, de consumo y de vida política. Todo ello conduce a la desaparición de los Sujetos sociales y en forma paralela, el Sujeto individual termina por descomponerse, al punto de limitarse a una sucesión de “ representaciones” de acuerdo al contexto. En consecuencia, en el análisis social prevalece el pensamiento sistémico que descarta la idea de Actor y de Sujeto y se centra en el sistema mismo y en la creciente diferenciación de los subsistemas para los cuales, los otros subsistemas son simples entornos. En esta perspectiva se considera la vida social como un entorno del sistema político. Estas interpretaciones son incompatibles con el pensamiento social heredado de los dos últimos siglos, en particular con las nociones de historia, movimiento social y de sujeto.
El mundo de hoy es un mundo que se debate entre lo objetivo y lo subjetivo, entre el sistema y los Actores. De un lado, el mundo parece global; del otro, los multiculturalismos parecen no tener límites. En tanto que la ley del mercado destruye sociedades, culturas, movimientos sociales; la obsesión de identidad se aprisiona en políticas arbitrarias que no pueden sostenerse  más que en la represión y el fanatismo. Por el camino sistémico, al que conduce la racionalidad, no se vislumbra solución por lo que se hace necesario redefinir la sociedad, recuperar lo subjetivo y retornar al Sujeto. Esto es así porque la modernidad racionalista aprisionó en instituciones represivas todo aquello que parecía resistirse a su triunfo.  En lugar de ayudar a su desarrollo, le ha amputado la mitad de ella misma. Se puede concluir  que no es posible la modernización sin racionalización pero que también es indispensable la formación de Sujetos que se sienta responsable frente a sí y frente a la sociedad.

RACIONALIDAD Y SUBJETIVIDAD

La imagen de la razón que disipa las nubes de la irracionalidad y de la ciencia reemplaza las creencias y los sistemas sustituyen la imagen de un dios creador todopoderoso. Sin embargo, los procesos impersonales constituyen únicamente la mitad de lo que Touraine llama modernidad: el desencantamiento del mundo. Si miramos la acción humana, la imagen se transforma. En la sociedad tradicional, el hombre se encontraba sometido a fuerzas impersonales o al destino. La modernidad significa el desencantamiento del mundo y con ello, la separación del conocimiento objetivo y del subjetivo. Mientras más se adentra la modernidad, más se separan el Sujeto y el objeto, los cuales se confundían dentro del pensamiento premoderno.
Por mucho tiempo, la modernidad ha sido definida por la eficacia de la racionalidad instrumental, la maestra del mundo que hizo posible la ciencia y la tecnología. Esta visión no debe ser rechazada porque constituye la más poderosa arma  crítica contra los totalitarismos y los integrismos; pero por sí sola no da una idea completa de la modernidad, le falta la otra mitad: el surgimiento de un Sujeto humano como liberación y como creación. La  modernidad, según Touraine, constituye el diálogo de la racionalidad y de la subjetividad. El hombre, como parte de la naturaleza es objeto de un conocimiento objetivo pero también es el yo de un Sujeto; Sin embargo, el conocimiento del hombre se separa del conocimiento de la naturaleza como la acción se distingue de la estructura.
El drama de la modernidad es que se ha desarrollado en lucha contra ella misma. No hay modernidad sino por la interacción creciente del Sujeto y la razón, de la conciencia y de la ciencia pero se ha querido imponer  la idea de que era necesario rechazar la idea del Sujeto para hacer triunfar a la ciencia, de desechar el sentimiento y la imaginación para liberar a la razón. La modernidad triunfa con la ciencia pero también cuando la conducta humana es regida por la conciencia y ésta obra por el amor y no sólo por conformidad al orden del mundo. Los llamados  a servir al progreso y a la razón que tienen como brazo armado al Estado, son menos modernos que el llamamiento  a la libertad y a la autogestión responsable. Hay cada vez una mayor referencia  a un sujeto que es libre, es decir, se pone como principio del bien, el control  que el individuo ejerce sobre sus acciones y sobre su situación. El Sujeto es la voluntad de un individuo que actúa y es reconocido como actor.

EL INDIVIDUO, EL SUJETO, EL ACTOR

El individuo, el Sujeto y el Actor son tres términos que se definen en relación unos con los otros. El hombre premoderno buscaba la sabiduría y se sentía conducido por fuerzas impersonales: el destino, lo sagrado y hasta el amor.  La modernidad triunfante reemplaza esa sumisión al mundo por la integración social. La transforma en el cumplimiento de una serie de roles: trabajador, ciudadano, soldado, etc. Más que el Actor de una vida personal debe ser el agente de una obra colectiva. El Sujeto se construye en la medida en que la vida aparece como el esfuerzo por construirse simultáneamente en la diversidad de aspectos.El individuo es la unidad particular donde se integra la vida pensada, la experiencia y la conciencia. El individuo se transforma en Actor por el control ejercido sobre su propia vida y se construye como Sujeto con el paso del inconsciente a lo consciente.
El Sujeto, individuo consciente que actúa, es el Actor que se inserta en las relaciones sociales sin identificarse totalmente con ningún grupo o colectividad. De esta forma, el Actor no obra conforme al lugar que ocupa en la organización social sino que modifica su entorno material, y sobretodo el social, en el cual es colocado por la división del trabajo, las políticas de dominación o las orientaciones culturales. La idea del Actor social es inseparable de la del Sujeto porque al erigirse como tal, el Actor  ya no se define por su utilidad al cuerpo social sino que es constituido por el Sujeto. Éste es el yo que se expresa como yo, sin olvidar  que la vida personal se constituye tanto de libido como de roles sociales. Sin embargo, en las actuales  sociedades modernas, esta producción del Actor por el Sujeto no se da sino que es conformado por las determinaciones sociales. En ellas, individuo, Sujeto y Actor se encuentran escindidos.
La subjetividad es la penetración del Sujeto dentro del individuo y la transformación particular  del individuo en Sujeto. Es aquí donde el orden del mundo se vuelve principio de orientación de las conductas. La subjetividad destruye el MI (Moi) que se define por la correspondencia de conductas personales y de roles sociales y se construye por las interacciones sociales y la acción de los agentes de socialización (245) El MI (Moi) se fragmenta: de un lado el Sujeto que asocia individuo y libertad y por otro, el SI (Soi) que asocia naturaleza y sociedad.  Nada es más opuesto al Sujeto que la conciencia del MI (Moi) porque el Sujeto no implica culpabilidad ni satisfacción; Es el poder del individuo o de un grupo que busca su libertad por medio de su lucha constante en contra del orden establecido y de las determinaciones sociales.
El individuo es Sujeto en cuanto es resistencia y es dueño de sus obras. Esta resistencia es positiva en la medida en que es racionalización pues la razón es también instrumento de  la libertad; se vuelve negativa en la medida en que la racionalización es dominada y utilizada  por los modernistas tecnócratas o burócratas, quienes la transforman en instrumento de producción o de consumo. El hombre moderno está constantemente amenazado por el poder absoluto de la sociedad; por eso ha reencontrado la idea de Sujeto como centro de resistencia al autoritarismo. El pensamiento no es moderno sino cuando se renuncia al ideal de un orden general, a la vez natural y cultural. Es moderno cuando combina determinismo y libertad, naturaleza y Sujeto.

LA MODERNIDAD DIVIDIDA

La crítica al modernismo, es decir, a la reducción de la modernidad a la racionalización, no debe conducir a una posición anti o posmodernista. Al contrario, nos descubre un aspecto de la modernidad olvidado o combatido por la racionalidad. Porque, en la actualidad, el mundo se encuentra fragmentado, la modernidad requiere encontrar un principio integrador que restablezca la unidad entre la vida y el mundo de la racionalidad instrumental: el consumo, la nación y la empresa. La redefinición de la modernidad sólo puede darse por la complementariedad del Sujeto y de la razón: De un lado, la sociedad de producción y de consumo de masa, de empresas de mercado animadas por la razón instrumental; y por otro, una sociedad atenta a los deseos individuales y a la memoria colectiva, a los impulsos de la vida y de la muerte; y defensora de la identidad colectiva.
No se debe concebir al Sujeto como un medio para reunificar los elementos fragmentados de la sociedad: la vida, la nación, el consumo y la empresa; pero es él quien los reunifica. La idea de Sujeto reconstruye el campo social precisamente porque enlaza los diversos fragmentos por medio de relaciones de oposición y complementariedad. Es por eso que el Sujeto se resiste a ser identificado con ninguno de los fragmentos de la sociedad. No es la comunidad, no es la nación, ni tampoco el mercado.
Cuando la racionalidad se reduce a la técnica, a la instrumentalización, el único punto de unión que existe entre los diversos fragmentos de  la modernidad clásica es la búsqueda de eficiencia y de rendimiento. Cada uno construye a su alrededor un universo extraño a los demás: cultura empresarial, de sociedad de consumo o de integracionismo nacional o religioso. El Sujeto por el contrario se define por el esfuerzo por unir lo que está separado. Construye su campo de acción relacionando los contrarios y rechazando todas las formas de narcisismo.

EL SUJETO COMO MOVIMIENTO SOCIAL

El Sujeto se opone  a eso que se ha llamado roles sociales y que en la realidad son la construcción de la vida personal y social por parte de los centros de poder. Ellos son los que crean a los consumidores, a los electores, a un público a quien ofrecen más o menos respuestas a sus demandas sociales y culturales. El individuo que construyen estos centros de poder no es el Sujeto sino el SI (SOI) pero se convierte en Sujeto cuando el individuo consumidor de normas e instituciones sociales se transforma en un constructor de la vida social y de sus cambios.
En términos del Actor y de los conflictos sociales se hace necesario definir el Sujeto social. Éste no es un principio que planea el curso de la sociedad ni el individuo en su particularidad. Es un modo de construcción de la experiencia social, como lo es la racionalidad instrumental. Por ello, la subjetividad es un movimiento cultural al mismo tiempo que racionalizador. El Sujeto social sólo existe como movimiento social, como contestación a la lógica que busca la integración social. Un movimiento social es el esfuerzo de un actor colectivo por apoderarse  de los valores, de la orientación cultural de la sociedad en oposición de un adversario, al cual está ligado por relaciones de poder. La afirmación del Sujeto proviene de todas las formas sociales obreras y burguesas que construyen la sociedad civil frente al Estado.
MOVIMIENTO FEMINISTA
Al centro de las sociedades se encuentra lo que se ha llamado movimientos culturales que son portadores de la subjetividad. El movimiento de la racionalidad se encuentra en el movimiento de la producción y el consumo. Su opuesto, a la vez que su complemento, son los movimientos culturales que afirman la subjetividad. El feminismo ha jugado y juega un  papel dinámico en los cambios culturales que se viven en la actualidad.
Entre los actores concretos que son portadores de los movimientos culturales, sobresale por su importancia, el movimiento feminista. En nombre de la modernidad revindica el reconocimiento de las aspiraciones de las mujeres así como su identidad biocultural. Las mujeres que luchan por su liberación  quieren abolir la discriminación  y la inequidad social  pero lo hacen, en cuanto mujeres y como tales hablan. Esta es una característica de los movimientos sociales que se construyen como Sujetos: Se definen no tanto por la actividad, sino por su pertenencia,  por su identidad cultural. Se afirman los derechos no, en contra de un adversario sino con el adversario. Su acción colectiva tiende a la construcción del Sujeto.


MOVIMIENTO DE LA BURGUESIA

La pareja racionalidad y subjetividad define la orientación cultural de la sociedad moderna y pone en marcha lo que se ha llamado, dentro de la sociedad industrial, la lucha de clases sociales. Industriales y asalariados, movimiento capitalista y movimiento obrero se refieren a los mismos valores culturales, a la racionalización y la subjetividad, combatiéndose uno al otro.
En su momento fue la burguesía la figura central de la modernización occidental. Con ese nombre, burguesía, se designó a los actores de la autonomía de la sociedad civil frente al Estado, sobre todo con la diferenciación de la economía respecto a la política, la religión y la familia. En forma simultánea fue el agente de la racionalización y de la subjetividad. La burguesía combatió a la monarquía absoluta, fundó el individualismo moderno que se asocia a la lucha social contra el orden establecido y los fundamentos religiosos. Ella fue  quien defendió la propiedad y los derechos del hombre e hizo de la primera el más importante de los derechos.
El retorno al Sujeto es en parte un retorno al espíritu  burgués y al espíritu del movimiento obrero contra el espíritu de la totalidad, que de la Revolución francesa a la soviética ha dominado dos siglos de historia. La protomodernidad termina cuando triunfa en la política los modelos racionalistas con la  Revolución francesa  y en la economía con la industrialización británica  Se rompe la unidad de la racionalidad y la subjetividad

MOVIMIENTO OBRERO

El movimiento obrero, es decir, la presencia de un movimiento social dentro de la acción obrera, se define por la defensa de la autonomía obrera contra la organización del trabajo que es un llamado rápido a la racionalización.  No se limita a reivindicar mejores condiciones de trabajo sino que también convoca a la defensa del Sujeto obrero contra una racionalización  identificada con el interés patronal.  Su reclamo de justicia social expresa la necesidad de combinar los dos principios de la modernidad: racionalización y dignidad obreraEl movimiento obrero rompe con la lucha de la modernización contra la tradición y de la razón contra la religión; y conduce su lucha  al interior de la modernización con un conflicto que contrapone la búsqueda de la productividad con los derechos  de los trabajadores tratados, las más de las veces, como objetos, como simple fuerza de trabajo.

LAS PREMISAS DEL SUJETO SOCIAL

Con base en lo anterior, se puede deducir que las premisas de un Sujeto social son las siguientes: Conciencia de sí mismo y de su entorno; Su inserción en las relaciones sociales como constructor de la vida social y de sus cambios; Ser responsable frente a sí y frente a la sociedad; Su carácter contestatario frente a una sociedad que se le presenta como un sistema autorregulado;  Ser portador de valores culturales alternos a los predominantes y buscar la libertad en su lucha contra las determinaciones sociales.
El Sujeto social se construye en el dinamismo de la participación social. Entre los movimientos actuales portadores de subjetividad y de valores culturales propios sobresalen los siguientes: el movimiento feminista, el movimiento obrero, el movimiento ecologista. Hoy día puede añadirse el movimiento por una alternativa de globalización y en México, el movimiento indigenista.. El horizonte de estos movimientos tiende a rebasar las fronteras nacionales y en su diversidad entretejen redes sociales que contribuyen a elevar la conciencia y a fortalecer su poder social.
En la perspectiva de Alain Touraine, estos movimientos aún se encuentran en proceso de construirse como  Sujetos sociales y de establecer  una relación de oposición – complementariedad con sus contraparte, los impulsores de la  “ racionalidad – sistémica”  pero su existencia aporta rasgos de optimismo a un imaginario futuro


[1] El texto se base en el libro “Pourrons-Nous vivre ensemble? Égaux et différrents”, escrito por  Alain Touraine y editado por  Fayard, en  París, 1997[2] Alain Touraine señala que existen dos respuestas ante la crisis de la modernidad clásica: 1- La posmodernidad , que afirma que su descomposición es irreversible. 2-  Postula que la modernidad puede ser redefinida. Esta última alternativa es la que sostiene el autor.

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